Capítulo 11: El lobo
En la mañana, Van Helsing y el Dr. Seward regresan a la residencia de Westenra. Los recibe la mamá de Lucy y esta les comenta que recogió todas las apestosas flores durante la noche y que abrió la ventana para que entrara aire fresco. Una vez que la Sre Westenra sale de la habitación, Van Helsing casi se desmaya. Lucy está casi muerta. Una transfusión de sangre de Van Helsing la resucita. Van Helsing le advierta a la Sra. Westenra que nunca vuelva a remover nada de la habitación de Lucy. Durante los próximos cuatro días todo sigue sin novedad. Lucy se siente mucho mejor.
Un reportaje del Pall Mall Gazette indica que se ha escapado un gran lobo del zoológico. El animal regresa a la mañana siguiente cubierto de fragmentos de vidrio. La entrada del diario de Seward del 17 de septiembre señala que Renfield lo atacó: le hizo una cortada en la muñeca y le lamió la sangre mientras repetía una y otra vez: “¡La sangre es vida!”
Van Helsing le envía ese día un telegrama a Seward en el que le pide que pase la noche con Lucy. Pero el mensaje se retrasa y no llega sino a la mañana siguiente. El 17 de septiembre, la noche en que escapó el lobo, Lucy se despierta asustada por un aletazo en su ventana y por el aullido de un lobo. La Sra. Westenra también se asusta con el ruido y corre a la habitación de su hija. De repente, la ventana se vuelve añicos y aparece la cabeza de un inmenso lobo.
Aterrorizada, la madre de Lucy le quita del cuello a su hija la guirnalda de ajos y sufre de un ataque al corazón. A medida que Lucy pierde la conciencia, ve que el lobo saca la cabeza de la ventana. Las cuatro criadas de la casa entran y se aterrorizan con lo que le ha pasado a la Sra. Westenra. Las mujeres regresan al comedor y beben un poco de vino, pero este está envenenado y todas se desmayan. Lucy, indefensa y sola, esconde el diario en su corpiño con la esperanza de que alguien lo consiga cuando la vayan a enterrar.